Era una gran cadena montañosa la de aquel lugar, pero Aser, el joven caballo enamorado,
no le importaba cruzarlas todas las noches para encontrarse al otro lado del río, con su yegua, Amy, otra yegua quinta suya.
Les habían separado por problemas económicos pero seguían sus rastro casi por la luna o por las montañas, y allí estaban juntos de nuevo, como si no hubiesen pasado absolutamente ningún fiasco.
Las estrellas estaban con ellos y en el fondo se sentían como estrellas porque se gustaban tanto como seres únicos e irrepetibles.
El río parecía reírles con ese ruido tan relajante y ellos se abrazaban en un sumiso abrazo lleno de comprensión y vejez.
Eran dos caballos tan relucientes como la luna, su pelo era brillante como el agua que relucía con la luz de la luna, estaban muy sanos y juntos no paraban de hablar y besar o a veces sonreír.
Miraban a la luna pensando cuando volverían a verse, y Aser abrazándola de nuevo marchaba veloz antes de que fuera demasiado tarde para volverse el sol. Amy también hizo lo mismo.
Hubo nieves pero pararon y enseguida volvieron a encontrarse. Y así durante varios meses hasta que le avisó que estaba embarazada y que no podría volver hasta tener el potrillo. Y el caballo dio saltos de júbilo pero marcho apenado, sabía que no la vería en 14 meses después, porque no podría arriesgar la vida del potro saltando por las vallas.
Aser contó los días y meses por la luna. Cuando ya pasaron volvió de nuevo al río ¡qué alegría se dio al ver a su amada junto a su hijo!, ¡ya era padre y eso le llenaba de orgullo!
Estuvo hablando mucho con su hijo enseñándole cosas que no sabía por su madre y así se haría todo un caballo.
Las nieves volvieron y Asier ya no tenía tanta fuerza para cruzar las montañas, Amy lo sabía y miraban juntos al cielo. Un cielo que les esperaba como estrellas no como caballos.
7 comentarios:
Muy bueno el relato Raquel. Enhorabuena. Escribes muy bien.
Es una historia muy bonita de dos caballos que se aman y se las arreglan para verse, guiándose por las estrellas y la luna, y como resultado de esa historia nace un potrillo precioso.
Son tan bonitas las fotos como el relato. Vaya escritora más buena que tenemos en el crps.
Yo creo que no hay ningún impedimento y eso creo que es lo que quieres transmitir con el cuento que a pesar de la distancia y el orgullo personal de los caballos el sentido del amor tanto por parte de un padre a su hijo como su madre a su marido nada separaría nunca ese vinculo insuperable que une a el potro con su familia.
Me ha gustado tu relato, es muy interesante. Veo en él las maravillas que vienen de la naturaleza, en realidad viene todo de allí, el amor desenfrenable de Amy y Asier. Luchaban con las dificultades del entorno para estar juntos y la gran separación que tuvieron que tener para garantizar la maternidad de Amy. La cual terminó con mucha ilusión al ver que todo salió bien y que era padre de un potrillo.
Que bonito! Sigue escribiendo !
Que bonito relato, que bien escribes¡¡¡¡
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